‘’A Chinese Big Brother has been watching for 2,000 years’’.
‘’Un Gran
Hermano chino ha estado espiándonos durante 2000 años’’
El Partido
Comunista Chino-PCC celebra su centenario destacando los progresos y avances
tecnológicos de su gente con una mano de hierro que no admite disidencias
ideológicas ni políticas. En febrero, Xi Jinping anunció la eliminación de la
pobreza extrema en las zonas rurales de China y cómo un país al que muchos lo
perciben como un sinónimo de pobreza había logrado lo imposible. Para un
partido que apunta a llevar a China a dominar en sectores cruciales como los
vehículos eléctricos, la energía renovable la inteligencia artificial, la prioridad
es controlar el pasado. Para el PCC la historia significa legitimidad.
El poder de
la historia es una de las pocas constantes del partido. Una ideología que ha
ido mutando con el tiempo y que se inició como un grupo de marxistas ortodoxos que
vio en el proletariado industrial la forma de guiar la revolución, dando tumbos
hacia un partido de base rural para terminar dominado por Mao Zedong como
figura principal. En su evolución histórica se llega a 3 ideas que se conectan
entre sí: la primera, apoyada por muchos ‘’patriotas’’ chinos del siglo XIX
según la cual modernización significa volver a China más rica y poderosa en
lugar de libre y democrática. La segunda que solo un estado fuerte puede
lograrlo y por último que la historia ha ungido al PCC para lograr estos
objetivos utilitarios.
En la
reciente década, China es vista como la potencia emergente capaz de superar a los
Estados Unidos donde el PCC controla la vida económica con un sistema híbrido
de capitalismo de estado en lugar de uno neoliberal como algunos así lo quisieran.
Quien esté en desacuerdo con el partido se somete a las consecuencias. La
oposición es inexistente y quien se atreva a cuestionar la forma de gobernar,
dirigir u operar termina en prisión o si es parte de la cúpula es silenciado o
apartado de sus funciones. Los líderes chinos son con frecuencia super
cautelosos y fracasan a la hora de anticipar problemas. Sin embargo, cuando
deciden actuar lo hacen con rapidez y abundancia de recursos.
Lo
anterior, se vio reflejado en Wuhan cuando las autoridades locales trataron de
encubrir lo que en principio parecía una crisis menor pero cuando explotó, el
liderazgo del partido actuó con gran fuerza. Entonces, los funcionarios locales
salieron de sus cargos por orden superior, se impuso un cierre total de la
ciudad y la región, se desplazaron grandes cantidades de médicos y enfermeras,
para finalmente ver como se construían hospitales en tiempo récord con la ayuda
del aparato militar. No sobra recordar la purga a que fue sometido un médico
por abrir la boca opinando sobre el origen del Covid 19.
En materia
de derechos humanos la dirigencia china recibe una pésima calificación. Desde
Tibet, Hong Kong y el tratamiento de las minorías Ugur confinadas y obligadas a
unos programas de ‘’reeducación’’, el mundo entero ve con impotencia que el apparatchik
de Beijing impone su fuerza bruta sin que haya alguien que impida su accionar
represivo. Hong Kong la otrora próspera isla es ahora la ira divina del PCC impidiendo
manifestaciones, arrestando a su dirigencia y obligando al cierre de su
principal periódico Apple Daily. El arresto de su dueño y 4 de sus principales
ejecutivos por supuestamente conspirar con ‘’agentes extranjeros’’ es un
desafío de Xi a occidente.
Pero hay
más. Mucho más. La clase empresarial es obligada a caminar en medio de las
fuerzas del mercado, la libre empresa y los riesgos de ver al estado tocar las
puertas con decretos de intervención, toma hostil o cierre. Jack Ma fundador de
Alibaba el emporio del comercio electrónico, Pony Ma también CEO de Tencent y
muchos otros magnates que amasan inmensas fortunas e influencia han engrosado
la lista de quienes están en la mira de Beijing. El mensaje es claro: el
control de la información que manejan será supervisado con singular detalle.
Lo que las
autoridades norteamericanas y europeas han estado intentando por largo tiempo,
Xi Jinping lo logra de un plumazo. Este último se ha asegurado la vigilancia y
control del sector privado exigiendo un compromiso con el partido y la
estabilidad social por encima de las utilidades. ‘’La regla de hierro es que no
debe haber ningún centro de poder por fuera del partido’’.
Para que no
quede duda, esta semana el castigo cayó sobre Didi, la versión china de Uber
que desafiando a Beijing había lanzado su Oferta Pública de Acciones- IPO en
Wall Street. Según Beijing hay preocupación por el manejo privado de la
información. Lo que vino después fue la orden de retirar la aplicación de todas
los sitios y una pérdida en el valor de la acción de un 30 por ciento. Inversionistas
convertidos en idiotas útiles de Wall Street. Quién invertirá en compañías de
tecnología china luego de este grave precedente?
Jack Ma de Alibaba a la derecha con Tony Ma de Tencent
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