"The very next day of Biden taking office the
coyotes were here organizing groups of children to take them to the United
States".
“Al otro
día de la posesión de Biden, los coyotes estaban aquí organizando grupos de
niños para llevarlos a los Estados Unidos’’ Alejandro Giammattei presidente de
Guatemala.
La
migración de cientos de miles de personas hacia la frontera sur es y será una
papa caliente que hasta ahora ningún gobierno desde Ronald Reagan ha sido
efectivo en controlar, cuando en 1986 se aprobó una amnistía generalizada legalizando
a los indocumentados. Un asunto que se ha politizado y vuelto aburrido pues
tanto demócratas como republicanos buscan excusas para que tantas y tantas
iniciativas no logren el apoyo bipartidista necesario para convertirse en ley.
Digamos que el fenómeno migratorio es como la corrupción, el tráfico de drogas
y la prostitución, un negocio transnacional de enorme lucro para los llamados
coyotes.
Los
migrantes no sólo provienen de Centro América. Miles llegan a ese territorio
desde Colombia luego de atravesar el país en su ingreso a Panamá como punta de
lanza hacia el norte. Entonces las redes criminales no se limitan a la frontera
mexico-americana como muchos quieren hacer creer. Los centroamericanos que a
diario salen de sus países lo hacen por la incapacidad de sus gobiernos de
ofrecer unas condiciones mínimas de vida donde la creciente corrupción de sus
gobiernos y los huracanes que afectaron a varias naciones destruyeron viviendas,
cosechas e imprescindibles obras de infraestructura.
Joe Biden
se encontró con una situación que se fue tornando cada vez más crítica con migrantes
que lograron llegar a la frontera y tuvieran que resignarse a esperar a que el
nuevo gobierno cumpliera la promesa de una agenda migratoria más humana, frente
a la política de ‘’cero tolerancia’’ impuesta por Trump. En su gran mayoría,
los migrantes apelaron a la figura de asilados argumentando la creciente
pobreza y violencia que azota a esa región y la incapacidad de los gobiernos de
combatir el crimen organizado.
Sin
embargo, la propia definición de asilado parte de la premisa de una persecución
por razones políticas, una condición que no aplica para la inmensa mayoría de
aspirantes. Es tal el flujo de personas que la administración continúa
utilizando una norma impuesta durante la pandemia conocida como Título 42, que
empodera a los agentes fronterizos a devolver a México sin trámite alguno a la
casi totalidad de familias y adultos que intenten cruzar, exceptuando de esta
penosa norma a los menores no acompañados en un loable gesto humanitario.
La cifra de
aprehendidos en la frontera es la más alta de los últimos 20 años tal como lo
indica la agencia que controla la frontera (ver gráfico adjunto). Lo que
explica el aumento es precisamente la política restrictiva del anterior
gobierno y la expulsión masiva de aquellos que intentaron cruzar ilegalmente. La
tragedia humana la viven los miles de jóvenes y niños en manos de las
autoridades de salud, en centros de detención que albergan a cerca de 17 mil
menores, muchos de los cuales no tienen familiares en los Estados Unidos.
La que se
considera una fallida gira de la vicepresidente Kamala Harris por Guatemala y
México en donde hubo más retórica que acción, demuestra la incapacidad de las
autoridades de frenar la salida de ciudadanos centroamericanos buscando un
mejor futuro. Si bien se prometieron recursos por valor de 4 mil millones de
dólares, su implementación y resultados tomará tiempo. El contexto de la frase ‘’No Vengan’’ se dio en medio
de una conferencia de prensa en Guatemala en la que Harris afirmó que la
esperanza es ayudarle a los guatemaltecos y llamar la atención sobre los
peligros de emprender un viaje hacia el norte. Eso lo sabe todo el mundo.
Como ocurre siempre en la política, alguien debe
servir como el fusible para que en este caso el presidente Biden no sea el
blanco de las críticas por lo que está sucediendo en la frontera. Sería injusto
no reconocer cómo una de sus primeras acciones fue precisamente enviar una
propuesta al congreso para legalizar a cerca de 10 millones de inmigrantes que
se encuentran en condición de ilegalidad. Solo que nuevamente vuelven a relucir
las trabas de la bancada republicana exigiendo un control en la frontera, lo
que seguramente terminará en otra frustración.
No importa que haya una mayoría de estadounidenses
apoyando un camino a la ciudadanía para los indocumentados según una encuesta
de Quinnipiac. Además, los cientos de miles de Dreamers o jóvenes soñadores que
desde el gobierno Obama siguen a la espera de una definición a su estatus
migratorio y también se conviertan en ciudadanos con todos los derechos
establecidos en la Constitución. El interminable juego de ping pong.
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