Trump le ha enseñado a los Estados Unidos y a los americanos que siempre hay alguien más a quien culpar
Frank Bruni
Imagínese
buscar un futuro mejor y emprender un viaje al norte en compañía de sus hijos para
terminar detenido y separado de ellos. Resulta muy difícil aceptar que un
gobierno decida construir unas jaulas para meter allí a los indocumentados que llegan
por el sur de los Estados Unidos. Eso fue lo que ocurrió en 2014 durante el
gobierno Obama en respuesta al inesperado flujo de familias procedentes de Centro
América, un lucrativo negocio para los ‘’coyotes’’. El argumento era que los niños
acompañantes no iban a permanecer en detención por mucho tiempo pues la administración
no tenia los recursos humanos para procesar un numero tan alto de casos.
Para dar
una idea de la magnitud del problema, cerca de 4 mil personas entre adultos y
menores de edad llegaban diariamente a la frontera con Texas convirtiéndose en
un maremágnum casi imposible de controlar. Entonces, en un comienzo se acude a
unos garajes donde se debe acomodar a cientos de personas mientras el gobierno
Obama adquiere una bodega que debe adaptar para el alojamiento de hasta mil
quinientos detenidos, mujeres con bebes, jóvenes y grupos enteros de familias
separados por mallas metálicas. A estos sitios los mismos migrantes los
llamaron ‘’perreras’’. Perfecta descripción para describir lo que allí se vivía.
Y es aquí donde
comienza el drama de cientos de miles de inmigrantes que es aprovechado por la administración
Trump con la política denominada ‘’tolerancia cero’’ en 2018, a través de la
cual se comienza con la separación de las familias en una cruel ruptura del núcleo
que une a padres e hijos. El resultado no puede ser más dramático: por fin se
sabe que son 545 menores arrebatados de los brazos de sus progenitores de
manera deliberada, temeraria e inhumana. Qué pensaría usted si uno de esos
menores fuera el suyo?
Muy
seguramente muchos de ellos jamás regresarán a sus hogares originales. Los que
lo hagan llegarán traumatizados y con daños psicológicos irreparables. Cada uno
de ellos representa una tragedia injustificable. Ese número representa la
mancha indeleble que deja Trump y su antiinmigrante autor intelectual de nombre
Steve Miller, uno de esos personajes siniestros que llegan a un gobierno con la
misión de restringir la inmigración acudiendo a los peores métodos y de paso
hacer el trabajo sucio del régimen.
Las jaulas
que se construyeron fueron una medida desesperada del gobierno Obama para detener
a los indocumentados sin que hubiese una planeación adecuada frente a lo que se
veía venir. Otra cosa es el plan de Trump para impedir que esos inmigrantes
cruzaran la frontera separando a las familias. Preguntado en el último debate
si su administración tiene algún plan para reunir a las familias, en su gaseosa
respuesta afirmó que ‘’ estamos intentando hacer un esfuerzo muy grande pero
esos niños llegan sin sus padres, llegan por medio de carteles, coyotes y
bandas’’. En otras palabras, el fin justifica los medios.
La absoluta
verdad es que el gobierno Trump está haciendo un gigantesco esfuerzo por
impedir que la reunificación familiar sea una realidad con argumentos en las
cortes como que no necesita dar información adicional sobre algunos de los niños
arrebatados de sus progenitores porque ya habían sido puestos en libertad de
los refugios federales y estaban viviendo en hogares que los habían acogido.
Otra justificación absurda.
Finalmente,
si Trump es derrotado queda un legado muy difícil de deshacer no solo por su política
de devolver a México, El Salvador y Honduras a todos los inmigrantes que han
solicitado asilo, sino porque el programa de refugiados pasa por igual discriminación
hasta el punto de que solo 18 mil han obtenido ese estatus, comparado con los más
de 100 mil que tradicionalmente han sido admitidos. Asimismo, la cantidad de ‘’green
cards’’ aprobada es la menor de los últimos 5 años.
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