‘’Es muy frustrante cuando se cree que hay luz
al final del túnel hasta que se da cuenta que es el tren’’
Es una realidad
la fatiga que produce la pandemia y ya no es noticia el número de muertes y contagios
salvo que nos afecte en nuestro entorno inmediato. Se ha llegado a un punto en
el que todo lo que se publica sobre el Covid 19 parece algo irrelevante cuando
la realidad es que la secuela de pobreza y destrucción apenas comienza a manifestarse.
Cita el New York Times cómo la falta de alimentos va a impactar a cerca de 265
millones de niños en el Tercer Mundo. Lo que sigue es una hambruna en varias
regiones de África y América Latina. Con una contracción de la economía en el
mundo estimada en un 5 por ciento, las familias se las ingenian para sobrevivir
o al menos para conseguir una dieta alimenticia básica.
Mientras en
algunos países la curva de contagio se aplana, en otros el rebrote obliga a
nuevas medidas que terminan nuevamente restringiendo la movilidad y las
actividades económicas. El regreso a clases siendo una prioridad para los más
pobres que no disponen de una conexión, la presencia en las aulas escolares
representa un grave riesgo para alumnos y profesores. El contagio en las
universidades va en aumento y es foco de preocupación particularmente en los
Estados Unidos donde el numero de casos reportados se acerca a 90 mil.
EL mundo
esta cansado de ver a los jóvenes tomar esta pandemia sin los protocolos y la
seriedad debida, convirtiéndose en peligrosos vehículos de transmisión. Las
cifras no mienten: este grupo no es inmune a la enfermedad y la cantidad de
fatalidades así lo indica. Parece una frase de cajón escuchar que el Covid 18
es una enfermedad que no respeta edad ni condición social, pero esa es la
triste realidad.
El encierro
y la falta de contacto social durante tantos meses produjo efectos negativos en
la salud mental de muchos, al tiempo que el deterioro de las relaciones al interior
de las familias ha abierto una herida difícil de cerrar. Rompimientos que
terminan en separaciones y divorcios donde los hijos son quienes sufren con
mayor rigor las consecuencias. Depresión, estrés, tensión, incertidumbre, palabras
de moda. La gente está asustada y paradójicamente hay quienes no quieren volver
a los tiempos pre-pandemia pues en ella encontraron paz, tranquilidad y sosiego.
También produce
fatiga el teletrabajo caracterizado según la mayoría, por innumerables reuniones
virtuales y jornadas laborales extenuantes que crean ansiedad, cansancio y mayor
desconexión familiar. Quienes tienen que resignarse a labores no especializadas
dependen hoy de una reapertura de la economía que no ofrece nada seguro por los
cierres y quiebras en amplios sectores. Particularmente, la economía informal de
la cual viven millones tendrá que acatar las recomendaciones establecidas por
las autoridades sanitarias o ser presa del bicho.
Estamos
hartos de las promesas vacías de aquellos mandatarios que desde un comienzo
tomaron la pandemia sin la responsabilidad y seriedad debidas. El dolor por las
muertes, el vacío que deja la desaparición de los familiares y amigos mas
cercanos no tiene justificación.
Agobiados
con las historias que a diario llaman a la prensa fake news por exigir la
verdad y que no contentos con ello, buscan manipular a la opinión a través de
las redes sociales. Peor aún, que haya gente que se precia de ser educada, rechazar
a los científicos y expertos acerca de temas tan sensibles como la prevención del
coronavirus, el calentamiento global, las vacunas y todo lo que en si es un
axioma.
Gracias Rafa por tus aportaciones
ReplyDeletelamentable y como siempre, más pobreza en el mundo, y claro los más afectados como siempre son los países más pobres.
Saludos