“Salí
de Honduras porque no tengo que darle a mi familia”
La decisión de migrar
es un acto de valentía y arrojo. Unos por necesidad, otros por la oportunidad que
aparece solamente una vez. El milenario fenómeno migratorio es una aventura a
través de la cual el ser humano expresa su deseo de explorar nuevos rumbos en
espacios geográficos desconocidos, no importa la incertidumbre que ello traiga.
Lo que todo migrante lleva consigo es la esperanza por un futuro mejor, al igual
que un sentimiento de desarraigo nada fácil de superar. Donde sentirse extraño
y en no pocas veces rechazado, obliga a echar mano de la fortaleza de espíritu
y demostrar que la desesperanza no es parte del lenguaje del inmigrante.
En América Latina
están ocurriendo simultáneamente varios movimientos migratorios en direcciones
opuestas. Por un lado, la diáspora venezolana que aprovecha la fragilidad de la
frontera con Colombia llega al país que les abre las puertas unas veces
fraternalmente y en otras con rabia y recelo. Hace algunas décadas, los colombianos
ingresaban en masa a la Venezuela Saudita, también en la búsqueda de mejores
condiciones. Quienes los rechazan no entienden que ese camino espinoso los
obliga a seguir adelante sin mirar atrás. Aquellos que no se han atrevido a
emigrar nunca sabrán lo que significa pasar de ser ciudadanos de origen a
parias despatriados.
Muchos se enrumban
hacia el sur. Ecuador, Perú o Chile es la meta. Un trayecto aún más largo y
penoso. Resueltos en ese propósito, duele en lo mas profundo ver a hombres,
mujeres y niños deambular por carreteras y caminos con la ilusión de llegar a unas
tierras que poco les podrán ofrecer pues las desigualdades y oportunidades no
son nada diferentes a lo que vivían, pero queda el deseo de encontrarse con otra
realidad.
Al norte en Centro América,
las caravanas que en principio se originaron en Honduras, ahora se replican en
Guatemala y El Salvador. Esta narración que se repite muchas veces produce escalofrío.
‘’ Tengo 35 años, señora y dos hijos,
chicos todavía. Una niña, la menor, Heidy Carolina, tiene cuatro; el otro es
varoncito, Esmin Alexander. Va a cumplir siete años este 7 de febrero. Trabajé
mucho en guardia de seguridad.
“Salí
de Honduras el domingo 24. Yo salí solito, pero en el camino hay muchos grupos
de gente con las que uno se acompaña. Me ha costado mucho porque aquí, en
Guatemala, está dura la migración, la policía y todo. De hecho, me regresaron
llegando a un lugar que llaman Poptún (unos
cien kilómetros antes de llegar a la Casa del Migrante, en Santa Elena). Pero me regresé, porque no tengo nada en
Honduras, nada que darle a mi familia allá. Reuní los requisitos que me pedían:
una prueba de Covid y un permiso para entrar, y volví”
Siguiendo hacia el norte a la frontera con los Estados Unidos, se
agolpan decenas de miles de inmigrantes a la espera de una luz que les alumbre
el ingreso a esa la ‘’tierra prometida’’. Ni las penurias, ni las condiciones
adversas, ni el acoso de las autoridades mexicanas los ha persuadido de
regresar. Ni siquiera Trump con su despreciable ‘’tolerancia cero’’ y que ha dividido
a tantas familias fue capaz de detener la ola migrante.
Joe Biden con su anuncio de una reforma migratoria no la tiene fácil. El
congreso paritario donde abundan los nativistas y enemigos de la migración harán
hasta lo imposible por bloquear la legalización de los que ya están en el país,
así como de los que esperan pacientemente al otro lado en Tijuana.
Entretanto, Iván Duque presidente de Colombia anunció un plan de protección
temporal que se propone regularizar a cerca de un millón de migrantes
venezolanos indocumentados que ya se encuentran en el país. El naciente
Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos (ETPV) busca integrar
a esa población y permitirle acceder con mayor facilidad a trabajo formal,
educación y salud. Colombia ha sido el principal receptor de inmigrantes en una
cifra que sobrepasa el millón setecientos mil ciudadanos de origen venezolano.
Los elogios mundiales que reconocen ese esfuerzo, desde el secretario de
la ONU hasta el Alto Comisionado para los Refugiados, contrastan con la ignorancia
de quienes con acento xenofóbico, ven como amenaza la llegada y regularización de
esa masa de refugiados cuya culpabilidad recae sobre el sátrapa de Caracas.
La Bestia
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