¨For decades, Chinese leaders have heeded the warning
that demography is destiny — and adopted extreme policies in response. Starting in the 1970s, Communist leaders’ fears of an
expanding population outstripping the food supply led to a campaign of telling
couples to marry later, wait between children and have fewer offspring overall¨.
¨Durante décadas la dirigencia china ha puesto atención a la advertencia
que la demografía es el destino y ha adoptado como respuesta medidas extremas. Desde
comoenzo de los 70, los temores de los líderes del partido comunista por una
expansión de la población que pueda superar la oferta de alimentos llevó a una
campaña pidiéndole a las parejas casarse después, esperar a tener hijos y tener
menos descendientes¨.
Como si el
Covid no fuera suficiente con el errático manejo de la pandemia, el creciente
desempleo que golpea los jóvenes y un bajo crecimiento económico, Xi Jinping ahora
enfrenta una crisis demográfica. Por primera vez en 6 décadas desde la hambruna
de la era Mao la población es menor en 850 mil habitantes por cuenta las
muertes y una tasa de nacimientos de 6.77 por cada mil personas frente a 7.52
en 2021. No es que el número de nuevos ciudadanos sea insignificante. China trajo
al mundo 9.56 millones de personas el año anterior, al tiempo que 10.41
millones fallecieron.
Es preciso recordar
como ese país instauró ´´la política de un solo hijo´´ que se extendió desde
1980 hasta 2015 buscando detener el crecimiento de su gente por los temores de
una sobrepoblación y que fue insertada en la Constitución de la República
Popular en 1982. En resumen, las parejas tenían la obligación de ajustarse al
mandato sobre planificación familiar. Con el ascenso al poder de Xi se han
implementado incentivos para que las familias tengan hijos con unos resultados agridulces.
Nadie
discute el éxito de los gobiernos en la lucha contra la pobreza y el ascenso de
China como potencia económica y principal proveedor de bienes y servicios durante
más de 4 décadas. Esa evolución ha llevado a un aumento en las expectativas de
vida que paradójicamente contribuyó a un descenso poblacional (más gente
viviendo más tiempo al tiempo que ha habidos menos natalidad). El escenario
próximo es una China sin suficiente población en edad de trabajar que soporte
el crecimiento.
En palabras
del sociólogo Wang Feng de la Universidad de California ´´ China ya no será el
país joven, vibrante que crecía en el número de personas. Comenzaremos a ver a
un país envejecido y disminuido´´. Un punto de inflexión que resulta de
singular importancia con incidencia en el resto del mundo. El régimen ha tenido
como meta superar a los Estados Unidos económicamente, lo que está muy cerca de
lograr en cuanto al producto interno pero muy lejos del PIB per cápita.
Una pérdida
de dinamismo debilita lo que ha distinguido a esa nación: un modelo de desarrollo
basado en mano de obra barato, confiable mientras que la falta de un sistema de
pensiones y de seguridad social podría terminar en una catástrofe humanitaria. La
cifra de crecimiento económico fue la más baja de los últimos 40 años debido a
las medidas restrictivas con ocasión de la pandemia. China ya mostraba signos
de desaceleración antes de la pandemia: una burbuja en el sector de la construcción,
fuga de capitales por las intromisiones de Beijing en el mercado bursátil y el
fin de Hong Kong como ciudad libre.
Un manejo desacertado
de la crisis sanitaria por la negativa a utilizar vacunas extranjeras y el escepticismo
de los adultos mayores con la política de inmunizaciones masivas. En esas
condiciones es difícil predecir lo que ocurra con la relajación de las
políticas represivas pero muy seguramente se reflejarán en un aumento de muertos.
Los regímenes autoritarios, léase China, Venezuela, Corea del Norte, tienden a reprimir
a sus ciudadanos cuando las condiciones de vida se deterioran y es así como sus
líderes terminan en una urna de cristal manejada por intereses particulares que
impiden las reformas necesarias.
Finalmente,
el gobierno Biden ha decidido imponer restricciones a las grandes empresas chinas
de modo que se impida el acceso a la tecnología norteamericana que pueda ser
utilizada para propósitos militares. Con la aprobación de la Ley de
Recuperación se limitan las exportaciones a China y Rusia de semiconductores que
utilicen software de los Estados Unidos lo que se constituye en un grave golpe en
las intenciones de Beijing de dominar ese mercado. Hay que recordar que el
gigante Huawei no tiene acceso al mercado del país del norte por las sospechas
de espionaje a través de sus teléfonos.
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