“I built my confidence up to a
level where I…felt that…there was nothing that…I couldn’t attain,” Madoff
‘’ Llevé mi confianza hasta un nivel al
que sentí …que no había nada.. que no pudiera lograr’’, Madoff
Vivimos en
medio de la incertidumbre y la esperanza todos por igual intentando volver a la
normalidad y recuperar la fe perdida. A propósito de credibilidad y confianza, en
los días recientes falleció en prisión a los 82 años Bernard Madoff, sin discusión
el estafador de este siglo que hizo historia en Wall Street defraudando a miles
gracias a la pirámide que se ideó aprovechándose de su posición como sagaz inversionista.
La estafa sumó 65 mil millones de dólares. Retornos del 12 por ciento anual
sencillamente era algo tan atractivo que no parecían ser real y aun así miles
cayeron en su estratagema.
El derrumbe
de su organización fue el producto del colapso del mercado accionario sucedido
en 2008 que tuvo un efecto directo en todos los escaños sociales. Muy pocos
entendieron las razones de la crisis financiera propiciada por los mismos
bancos y entidades que ilusoriamente vendieron la idea de una inversión
respaldada en una sofisticada ingeniería financiera. Si bien Madoff no fue el
origen de la crisis, terminó siendo la personificación de la ambición desmedida
de Wall Street.
La historia
de la vida de este personaje es ‘’una tragedia shakesperiana’’ que involucra a
su familia y círculo cercano. Su hijo Mark acabó con su vida colgándose de una
viga en su residencia incapaz de aceptar lo que se le venía encima y su otro
hermano Andrew murió víctima de un cáncer. Los protagonistas de una pirámide
tienen todos algo en común: arrogancia, sentido de invencibilidad y una
capacidad de engaño muy particular que termina por convencer a tantos ingenuos.
La experiencia
nos recuerda cómo esos genios financieros reciben toda clase de elogios y
buenas notas cuando llegan los réditos en tiempos de bonanza, para luego caer
en desgracia cuando la economía y los papeles de la bolsa entran en un ciclo decreciente.
En el caso de Madoff la estafa
funcionaba porque llegaban nuevos inversionistas, cuyos dineros servían para
pagarle ‘’jugosos dividendos’’ a los más antiguos en una pirámide que llegó a
su fin cuando el mercado se desplomó en 2008. Es lo que en inglés se llama
‘’rob Peter to pay Paul’’ cuya traducción según algunos diccionarios es
‘’desnudar a un santo para vestir a otro’’.
Quién se
arriesga a semejantes inversiones tan opacas y riesgosas? Aquellos que disponen
de una gran riqueza y depositan su confianza en firmas e individuos que le
apuestan a la especulación. En su momento los nombres de los desfalcados eran
personajes conocidos por la fama y fortuna: el director de cine Steven
Spielberg, la heredera de L’Oreal Lilliane Betancourt y hasta el dueño del
equipo de béisbol New York Mets. Pero como siempre ocurre hubo viudas, grupos
religiosos y fondos de retiro. Es una repetición de ‘’se los dije’’ donde la
ambición es superior a la prudencia cuando de invertir se trata.
Los timos
piramidales nunca van a desparecer pues siempre habrá nuevos Madoffs y
estafadores que venderán su ardid mediante la ilusión y el engaño. Cómo no caer
víctima de estos personajes no siempre es fácil, porque normalmente operan bajo
unas promesas según las cuales los beneficios son atractivos y la seguridad de
la inversión está garantizada por documentos maquillados. El acceso a los
libros contables es un imposible, ni que decir de un detalle de los activos
donde se supone reposan las inversiones. Además, estos esquemas operan no pocas
veces en la clandestinidad y sin un control efectivo de las autoridades.
La condena
a 150 años se redujo a solo 11 y lo triste es que Madoff nunca dio muestras de
arrepentimiento. En los tiempos de booms financieros, la línea entre los
timadores y el resto de nosotros se vuelve borrosa, gracias a personajes de esa
calaña. Cuando la fiesta termina y la música deja de sonar, se hace necesario reafirmar
los límites que definen al capitalismo bueno del malo para que los Madoffs sean
una excepción.
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