“Una licencia para la práctica de la ley, no es una licencia para
mentir””
Hasta cuándo
Trump y su horda seguirán reclamando lo que los jueces una y otra vez han rechazado?
Los esfuerzos por bloquear la elección sin un argumento ceñido a la ley es una
vergüenza antes los ojos de las cortes. Estas dicen que no hay pruebas. El
pronunciamiento de la Corte Suprema se resume en una línea: ´´Denegada la
solicitud de medidas cautelares presentada por el juez Samuel Alito y remitida
por este al tribunal´´. Sobra decir que el fallo fue unánime. Ni siquiera los 3
magistrados nombrados por Trump disintieron. Es más, Alito desde que llego al
Supremo, ha demostrado su fidelidad a los principios conservadores y en casi el
cien por ciento de las veces se une a sus colegas de la derecha republicana en
el máximo tribunal.
Si ya el
Colegio Electoral suma suficientes votos que acreditan el triunfo de Joe Biden
como presidente electo, es una necedad seguir afirmando lo contrario. El
autogolpe que pretende Trump, sería socavar los principios democráticos que han
distinguido a los Estados Unidos. Lo último es la decisión de los seguidores
del presidente encabezados por varios secretarios de estado, a la que se sumaron
más de un centenar de representantes a la Cámara pretendiendo mediante demandas,
desconocer la voluntad popular en aquellos estados clave donde el presidente
electo resultó ganador.
Georgia ha
centrado el foco de las protestas donde se aduce hubo irregularidades debiendo
recurrir a un reconteo de votos ratificando los comicios. Es de destacar que
tanto en Georgia como en Arizona los funcionarios encargados de certificar la
elección son republicanos y todos ellos afirmaron haber apoyado a Trump con su
voto. Sin embargo, para ellos el apego a la ley ha sido suficiente motivo para
desmontar la ficción sin pruebas para cambiar los resultados a favor del
presidente.
Trump de
manera descarada y sin precedentes ha intentado personalmente, vía telefónica o
invitando a la Casa Blanca a los representantes del partido encargados de
certificar la elección de Michigan a reversar sin éxito el resultado. Luego de
que las cortes desconocieran sus intenciones, Trump y sus abogados diseñaron
una estratagema dirigida a presionar a los congresistas republicanos para que
le ayuden en su batalla para anular la elección. Razón tenían los expertos constitucionalistas,
que esas acciones no verían la luz, igual a la suerte que corrieron las más de
50 demandas.
Esa cruzada
nunca ha sido creíble y por el contrario sus mentiras y falacias están
haciéndole mucho daño a lo que representa el proceso democrático para el
elector norteamericano. Según las encuestas siete de cada diez republicanos
creen que la elección fue fraudulenta. Un embuste convertido en verdad poniendo
en duda la legitimidad no solo de las instituciones sino de la gobernabilidad
de Joe Biden como primer mandatario.
Esa
fantasía ha sido recibida por algunos de los fanáticos trumpistas con
expresiones amenazantes y violentas. Una radicalización promovida desde arriba que
se profundiza con comportamientos nada democráticos. Los simpatizantes de
Trump, algunos armados se reunieron en las afueras de la casa de la secretaria
de estado de Michigan reprochando el desenlace de la elección. Varios de los
funcionarios involucrados en el proceso electoral en Georgia, todos ellos
republicanos, fueron objeto de amenazas. Fotos de la residencia de una de las
integrantes que vigila las elecciones en Wisconsin igualmente aparecieron en
Twitter. Y las denuncias no terminan.
En la
orilla contraria las expresiones igualmente descalificadoras provienen de la
izquierda demócrata, actuando violentamente, causando destrozos y otros hechos
que no tienen justificación. Es cierto que las diferencias raciales han llamado
la atención de los votantes y logrado un apoyo popular amplio, pero ello no va
a resolverse por las vías de hecho. El extremismo político va mutando hacia
expresiones que ponen en peligro la convivencia pacífica.
El germen de esas manifestaciones hay que decirlo sin ambages, se origina con un presidente que no condena el racismo, que invita a sus seguidores a desconocer la voluntad popular y que cuenta con el respaldo del partido republicano incapaz de frenar sus impulsos dictatoriales. El pueblo se ha pronunciado contundentemente. Los más de siete millones a favor del presidente electo Joe Biden así lo ratifican. Que se vaya ya.
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