Joe Biden es el nuevo presidente de los Estados Unidos no importa las falacias del actual ocupante de la Casa Blanca. Los norteamericanos estaban frente a la opción de votar en persona o enviar su balota por correo. Donald Trump desde el mismo mes de abril cuando la pandemia fue tomando fuerza anticipó sin argumento alguno, que habría un fraude generalizado, pidiéndole a sus seguidores que optaran por ir a las urnas el 3 de noviembre. La relación del presidente Trump con la verdad nunca ha sido la más estrecha. Millones de demócratas y republicanos conscientes del riesgo de contagio decidieron enviar la papeleta electoral. Pedir a gritos ‘’suspendan el conteo’’ en una de sus tantas peroratas no era otra cosa que desconocer la voluntad popular. Esa es la democracia. Punto.
Le corresponde a Joe Biden presidir al país en un momento de enorme división, enfrentado a una pandemia que crece con los días y una crisis económica de gran magnitud. La lista de cosas por hacer es colosal. Luego de una larga carrera política y con 77 anos se justifica tener que encarar no solo las dificultades presentes sino ponerle la cara a un partido demócrata donde las tensiones entre bandos pueden en cualquier momento descarrilar su plan de gobierno? Muchos dirán que eso es lo que distingue a los grandes líderes.
Cuando con Barack Obama asumieron las riendas de un país en medio de la peor caída económica luego de la Depresión, debiendo navegar una crisis financiera global y con la disyuntiva de retirar las tropas de Irak y Afganistán, Biden se apoya en su experiencia logrando consensos con sus rivales políticos. Para bien de la democracia y los ‘’checks and balances’’ es posible un senado bajo el control de los republicanos. La duda es si esa bancada le va a permitir a Biden avanzar con su proyecto de gobierno.
Si hay algo claro en esta elección es que el gran perdedor es el país con una fractura partidista y racial que amenaza los cimientos que han sido la base de la democracia por excelencia. Ese es el principal reto que debe asumir Biden. Los votantes están cansados del lenguaje agresivo y divisorio y no caería mal una voz serena y aglutinante. El presidente electo debe recuperar la confianza y la verdad, tan ausentes en estos últimos 4 años.
Una vez mas se comprueba que los Estados Unidos son un país de centro. La ‘’Ola Azul’’ que proyectaban las encuestas se quedó a mitad del océano y en su lugar los republicanos se arrimaron a la orilla. Ambos extremos de la izquierda y derecha fueron contundentemente derrotados. El voto latino tan importante a partir de estas elecciones no tiene dueño. Igualmente dividido, hizo posible que Trump triunfara en Florida, mientras que en Arizona los antiinmigrantes pagaron caro su abuso y represión contra los indocumentados.
Dentro de poco sabremos si los primeros 100 días de gobierno estarán concentrados en resolver las urgencias manifiestas como la grave expansión del virus que amenaza la vida y el bienestar de la sociedad norteamericana al igual que el rescate de la economía. Dentro de las prioridades está el paquete de ayudas a los pequeños y medianos empresarios que son los creadores de empleos, esa clase media que ha llevado a muchos a dejar la pobreza. La renovación de la infraestructura tiene que ser una meta realista. Sin duda el cambio climático será otro de los frentes que colmará la agenda del nuevo presidente. En el frente externo no son pocas las heridas por sanar. Finalmente, la reforma migratoria no puede ser otro motivo de frustración para los millones de indocumentados.
Regresa a la Casa Blanca la decencia y la verdad apegados a la ciencia y los hechos. Después de 3 intentos por llegar a la presidencia Joe Biden tiene la posibilidad de pasar a la historia como el líder que restaure la grandeza del pueblo norteamericano. Escuchar a quienes no votaron por él, es imprescindible si se trata de dirimir las diferencias. Su humildad y sencillez son el mejor regalo para un país ávido de cambio en la forma de gobernar.
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